"Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el
Evangelio. Y no con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de
Cristo.
Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se
pierden; mas para los que se salvan - para nosotros - es fuerza de
Dios. Porque dice la Escritura: Destruiré la sabiduría de los
sabios, e inutilizaré la inteligencia de los inteligentes. ¿Dónde
está el sabio? ¿Dónde el docto? ¿Dónde el sofista de este mundo?
¿Acaso no entondeció Dios la sabiduría del mundo?
De hecho, como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció
a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes
mediante la necedad de la predicación. Así, mientras los judíos
piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a
un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los
gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un
Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios.
Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los
hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los
hombres. ¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay
muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la
nobleza.
Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los
sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo
fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que
no es, para reducir a la nada lo que es".
I Corintios 1, 17-29
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