«Moisés extendió su mano sobre el mar, y Yahveh hizo soplar
durante toda la noche un fuerte viento del Este que secó el mar, y
se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a
pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e
izquierda.
Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos,
en medio del mar, todos los caballos de Faraón, y los carros con sus
guerreros. Llegada la vigilia matutina, miró Yahveh desde la columna
de fuego y humo hacia el ejército de los egipcios, y sembró la
confusión en el ejército egipcio. Trastornó la ruedas de sus
carros, que no podían avanzar sino con gran dificultad. Y exclamaron
los egipcios: «Huyamos ante Israel, porque Yahveh pelea por ellos
contra los egipcios».
Yahveh dijo a Moisés: «Extiende tu mano sobre el mar, y las aguas
volverán sobre los egipcios, sobre sus carros y sobre los guerreros
de los carros».
Extendió Moisés su mano sobre el mar, y al rayar el alba volvió
el mar a su lecho; de modo que los egipcios, al querer huir, se
vieron frente a las aguas. Así precipitó Yahveh a los egipcios en
medio del mar, pues al retroceder las aguas cubrieron los carros y a
su gente, a todo el ejército de Faraón, que había entrado en el
mar para perseguirlos; no escapó ni uno siquiera. Mas los israelitas
pasaron a pie enjuto por en medio del mar, mientras las aguas hacían
muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó Yahveh a Israel del poder de los egipcios; e
Israel vio a los egipcios muertos a orillas del mar. Y viendo Israel
la mano fuerte que Yahveh había desplegado contra los egipcios,
temió el pueblo a Yahveh, y creyeron en Yahveh y en Moisés, su
siervo».
Éxodo 14, 21-31
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